Meditación

Meditación

Aprender a meditar es el mejor regalo que puedes hacerte en esta vida. Pues sólo a través de la meditación puedes emprender el viaje hacia el descubrimiento de tu verdadera naturaleza y encontrar así la estabilidad y la confianza que necesitarás para vivir, y morir, bien. La meditación es el camino hacia la iluminación. -Sogyal Rinpoche

(Extracto del capítulo 5 de “El Libro Tibetano de la Vida y la Muerte” por Sogyal Rinpoche)

El propósito de la meditación consiste en despertar en nosotros la naturaleza de la mente e introducirnos a aquello que en realidad somos, a nuestra consciencia pura e inmutable que subyace a la totalidad de la vida y la muerte.

La meditación es la manera de volver a nosotros mismos, el lugar donde poder experimentar y saborear nuestro ser completo, más allá de todos los patrones habituales. En la calma y el silencio de la meditación, vislumbramos y regresamos a esa profunda naturaleza interior a la que hace tanto tiempo perdimos de vista con tantas ocupaciones y distracciones de nuestras mentes.

En la quietud y el silencio de la meditación, vislumbramos esa profunda naturaleza interior que hace tanto tiempo perdimos de vista entre la agitación y la distracción de nuestra mente, y regresamos a ella. Resulta verdaderamente extraordinario que nuestra mente no pueda estarse quieta más de unos pocos instantes sin anhelar distracción; es tan inquieta y desasosegada que a veces pienso que, al vivir en una ciudad del mundo moderno, ya somos como los seres torturados del estado intermedio que sigue a la muerte, donde se dice que la consciencia es angustiosamente desasosegada.

¿Qué nos dice eso de nuestra forma de vivir? Estamos fragmentados en muchos aspectos distintos. No sabemos quiénes somos en realidad, ni con qué aspectos de nosotros mismos deberíamos identificarnos ni en cuáles creer. Son tantos los dictados, voces y sentimientos que luchan por controlar nuestra vida interior que nos encontramos dispersos por todas partes, en todas direcciones, sin dejar a nadie en casa.

Debemos reconocer que cuando comenzamos la práctica de la meditación, estamos incorporando una dimensión totalmente diferente. Normalmente en la vida ponemos mucho esfuerzo en la obtención de las cosas externas y hay muchas luchas que tenemos que superar, mientras que en la meditación es justamente lo contrario, la meditación es la ruptura de cómo funcionamos normalmente.

Cuando leemos los libros sobre la meditación, o cuando la meditación es presentada por diversos grupos, el énfasis es habitualmente sobre las técnicas. En el mundo occidental, la gente tiende a estar muy interesada en la “tecnología” de la meditación. Sin embargo, la característica más importante de la meditación no es la técnica, sino la postura, no tanto física sino más bien se refiere a una actitud interior.

La meditación es simplemente una cuestión de estar, de derretirse, como un pedazo de mantequilla dejada al sol. No tiene nada que ver con “saber” o no; de hecho, cada vez que practicas la meditación tienes que estar fresco, como si sucediera por primera vez. Siéntate con el cuerpo relajado, silencioso, la mente completamente tranquila, y permite que los pensamientos vengan y se vayan, sin dejarlos causar estragos en tu mente. Si necesitas algo qué hacer, observa la respiración. Este es un proceso muy simple. Cuando  estás respirando hacia fuera, siente que estás respirando hacia afuera. Cuando la respiración es hacia adentro, siente que estás respirando hacia adentro, sin proveer ninguna clase de comentario adicional o chisme mental, sólo identificando la respiración. Este proceso de la mente atenta es muy simple y procesa tus pensamientos y emociones, entonces, como una vieja piel se liberan.

Generalmente las personas se concentran en diversas partes para relajar el cuerpo. Pero la relajación verdadera viene cuando te relajas de adentro hacia afuera, entonces todo se facilitará y se hará absolutamente natural.

Cuando comienzas a practicar, entras en contacto con tu “punto suave”, y solamente debes permanecer allí. No necesitas centrarte en cualquier cosa detalladamente para comenzar. Sé espacioso, y permite que los pensamientos y las emociones aparezcan. Si lo haces así, más tarde, cuando utilices un método tal como observar la respiración, tu atención estará más fácilmente consciente en el respirar. No hay punto determinado en la cual necesites concentrarte, es simplemente el proceso natural de la respiración. Veinticinco por ciento de tu atención está en la respiración, y el setenta y cinco por ciento está relajado.

Intenta identificarte realmente con la respiración, más que solamente mirarla. Tu puedes elegir un objeto, como una flor, por ejemplo, para enfocarte. A veces enseñan a visualizar una luz en la frente, o en el corazón. A veces un sonido o una mantra puede ser utilizado. Pero al principio es mejor simplemente ser espacioso como el cielo, sentir que eres el universo entero.

Cuando te sientes a meditar, deja que todo se calme y permite que las cosas y todo lo que está en desacorde se disuelvan naturalmente, de aquí nace tu verdadero ser. Experimentarás entonces un aspecto el cuál es el “verdadero tú”. A medida que profundices más, comenzarás a descubrir y a conectarte con la calidad de amar que es la más fundamental.

El punto clave de la meditación es conseguir utilizar ese aspecto del cual te has olvidado. En Tibetano meditación significa “acostumbrarse”. ¿Acostumbrarse a qué? A tu verdadera naturaleza, tu naturaleza de Buda. Esta es la razón por la cual, en la enseñanza más alta de Budismo, el Dzogchen, se instruye en que descanses en la naturaleza de tu mente. Te sientas y dejas que todos los pensamientos y conceptos se disuelvan, es como cuando las nubes se disuelven o la niebla se evapora, revelando el cielo claro y el sol que brilla detrás de ellas. Cuando todo se disuelve, comienzas a experimentar tu verdadera naturaleza: ¡Estás vivo! Entonces lo sabes y en ese momento, te sientes realmente bien. Está sensación de bienestar es completamente diferente a todas las que hayas experimentado. Ésta es una experiencia verdadera y genuina, en la cual sientes una profunda paz, alegría y confianza sobre ti mismo.

¿Qué se experimenta en ese estado? Como solía decir Dudjom Rimpoché: imagínese a un hombre que llega a su casa tras un largo día de trabajo en el campo y se acomoda ante el hogar en su sillón favorito. Se ha pasado el día trabajando y sabe que ha hecho lo que quería hacer; no tiene nada más que preocuparse, nada que haya quedado sin terminar y puede abandonar completamente todas sus inquietudes y contentarse sencillamente con ser.

Así pues, cuando medita, es esencial que cree usted el ambiente mental interior más adecuado. Todos los esfuerzos y luchas vienen de la estrechez, de no hacerse espacio, de modo que crear ese ambiente adecuado, es vital para que se produzca verdaderamente la meditación. Cuando están presentes el humor y la amplitud, la meditación surge sin esfuerzo.

A veces, cuando medito, no utilizo ningún método en especial. Me limito a dejar reposar la mente y compruebo, sobre todo cuando estoy inspirado, que puedo llevar la mente a casa y relajarme con más rapidez. Sentado en silencio, descanso en la naturaleza de la mente; no dudo ni me pregunto si estoy en el estado “correcto” o no. No hay ningún esfuerzo, sólo una rica comprensión, una actitud despierta y una certeza inconmovible. Cuando estoy en la naturaleza de la mente, la mente ordinaria ya no está ahí. No es necesario corroborar o confirmar mi existencia: simplemente soy. Está presente una confianza fundamental. No hay nada en especial que hacer.

Cuando enseño meditación suelo comenzar diciendo: “Lleva la mente a casa. Suelta. Y relájate”. Toda la práctica de meditación puede resumirse en estos tres puntos básicos: llevar la mente a casa, aflojar o soltar y relajarse. Cada una de estas expresiones encierra significados que resuenan en muchos planos.

Llevar la mente a casa significa llevar la mente al estado de Morar en Calma mediante la práctica de la presencia mental. En su sentido más profundo, llevar la mente a casa es volver la mente hacia el interior y reposar en la naturaleza de la mente. Esto de por sí, es la meditación más elevada.

Soltar significa dejar salir la mente de su cárcel de aferramiento, puesto que uno reconoce que todo el dolor, el miedo y la perturbación proceden del ansia de la mente por aferrar. En un plano más profundo, el conocimiento y la confianza que surgen de la creciente comprensión de la naturaleza de la mente estimulan la generosidad profunda y natural que permite dejar que el corazón se desprenda de todo apego, dejar que se libere y se derrita en la inspiración de la meditación.

Finalmente, relajarse significa ser espacioso y relajar todas las tensiones de la mente. En un sentido más profundo, uno se relaja en la verdadera naturaleza de su mente, el estado de Rigpa.

Las palabras tibetanas que evocan este proceso sugieren la sensación de “relajarse sobre Rigpa”. Es como derramar un puñado de arena sobre una superficie plana: cada grano se asienta por su propia cuenta. Así es como se relaja usted en su verdadera naturaleza, dejando que todos los pensamientos y emociones cesen naturalmente y se disuelvan en el estado de la naturaleza de la mente.

Rigpa es una palabra tibetana que significa en general ‘inteligencia’ o ‘atención’. En Dzogchen, sin embargo, la enseñanza superior en la Tradición Tibetana Budista, rigpa tiene una connotación más profunda, ‘la naturaleza profunda de la mente’. La enseñanza total del Buddha está dirigida hacia la comprensión de esto, nuestra última naturaleza, el estado omnisciente o la iluminación – una verdad tan universal, tan primordial que va más allá de todos los límites, e incluso, más allá de la religión misma.

Cuando medito, siempre me inspira este poema de Nyoshul Khenpo:

Descansa en gran paz natural
    esa mente exhausta
    abatida por los golpes del karma y el pensamiento neurótico,
    como la furia implacable de las olas que rompen
    en el océano infinito del sámsara.

Es bueno que medites cuando te sientas inspirado. Temprano en las mañanas puedes tener esa inspiración, pues los mejores momentos de la mente son temprano en el día, cuando la mente está más tranquila y más fresca (el tiempo tradicionalmente recomendado es antes del amanecer). El más apropiado para sentarse a meditar, porque no solamente es fácil sino que entonces te dará más confianza en la práctica, y podrás más adelante practicar cuando no estés inspirado. No hay necesidad de meditar por mucho tiempo: apenas permanece silencioso hasta que puedas entrar y conectarte con la esencia de tu corazón. Éste es el punto principal.

Después de esto hay una cierta integración. Una vez que la mente atenta haya sido despertada por tu meditación, tu mente será tranquila y tus opiniones más coherentes. Entonces, estarás presente en todo lo que haces. Como en el refrán famoso del Zen: “Cuando yo como, yo como; cuando duermo, duermo”. Cualquiera cosa que hagas estarás completamente presente en el acto. Así sea lavando platos, si se hace completamente consciente, se puede decir que estarás más lleno de energía. Serás más pacífico, más despierto.

Uno de los puntos fundamentales del viaje espiritual es perseverar a lo largo del camino. Aunque tu meditación puede ser buena un día y no tan buena el día siguiente, como cambios en el paisaje, esencialmente no son las experiencias, buenas o malas las que cuentan, pero cuando tu perseveras, la práctica verdadera aflora en ti y llega entre lo bueno y malo. Lo bueno y lo malo son simplemente espejismos, así como puede haber buen o mal tiempo, el cielo siempre es el mismo. Si perseveras y tienes esa actitud del cielo espacioso, sin la perturbación de emociones y experiencias, desarrollarás estabilidad y la profundidad real de la meditación.

Encontrarás esto gradualmente y casi inadvertidamente, tu actitud comenzará  a cambiar. No te aferrarás a las cosas tan sólidamente como antes, y aunque sucedan las crisis te mantendrás tranquilo, sabrás manejarlas y te darás cuenta de que todas estas situaciones son risibles y vivirás con un corazón más alegre.

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